Transparencia corporativa: En el reino de las emociones

Hoy las empresas manejan un escenario mucho más incierto que el que acostumbran. Las matrices de riesgo deben considerar numerosas subjetividades que los análisis numéricos no pueden estimar con precisión. Una realidad especialmente dolorosa es que hoy el riesgo reputacional es mucho más alto que los riesgos operacionales y prepararse para esos escenarios no pasa por variables objetivas como capacidad productiva, abastecimiento y logística.

La imagen de una marca se construye en forma lenta, mirando al consumidor a la cara y siendo especialmente honesto en las promesas y los resultados. Se debe construir una relación de confianza y afecto, que no puede reducirse a una planilla Excel.

No hay modelos absolutos ni fórmulas exactas para crear esa relación. En tiempos que en todos los estudios señalan una verdadera crisis en las confianzas, hay que romper ese ciclo negativo. Y en esa carencia de recetas, la palabra Transparencia comienza a repetirse.

Un término efímero, pero que para los mercados puede traducirse en algo así: “Porque yo respeto a mis consumidores soy honesto y le entrego el máximo de información. No hay letra chica ni términos que no comprenda. Soy claro en lo que digo y mantengo cada una de esas promesas”.

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